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Felipe Leal

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Felipe Leal


2002

Distrito Federal

Federico Campos: ¿Cómo fueron sus inicios en la arquitectura? Su formación...

Felipe Leal: Desde muy joven... desde que tenia 8, 10 años me gustaba jugar a hacer ciudades, de cartón, de cajas... Por fortuna no había Ataris ni Nintendos o estos juegos electrónicos en esa época.  Veía yo que me gustaba mucho la volumetría,  la tercera dimensión y las ciudades. Con una descripción muy primaria que me dieron de la arquitectura me dije: eso quiero ser yo, arquitecto. Me gustaba mucho, nunca tuve duda. Tampoco dudé de entrar en la UNAM, la universidad nacional, por que me parecía que era la opción más interesante. Por el conocimiento del país, por lo que ofrece la UNAM y viviendo en la Ciudad de México pues no dude que debería estudiar aquí en la Facultad de Arquitectura en Ciudad Universitaria y después hice una maestría aquí mismo en la propia facultad sobre Investigación y Docencia. Toda mi formación se la debo a la UNAM, aquí es donde yo me inicié en mis estudios de arquitectura, donde profundice en el postgrado y donde después, mi mayor aprendizaje, quiero ser honesto, ha sido en la docencia, como maestro. Ahí es donde realmente he aprendido.

FC: En su trabajo como Director de la Facultad de Arquitectura, ¿Cómo es ese contacto diario con las nuevas generaciones de estudiantes, exalumnos, con los arquitectos que dan clases y con los invitados extranjeros que recibe en la facultad?

FL: Es una plenitud. A mi me parece extraordinariamente bella esta oportunidad de estar en todos los niveles. Hay que moverse con esta facilidad de tener una conversación y una invitación con Rem Koolhaas, con Oscar Turquets con Manuel de Sola-Morales, con toda la gente que hemos tenido aquí, que son profesores extraordinarios que hemos tenido de invitados. Con los mexicanos, con Ricardo Legorreta, Teodoro González de León, son parte de esa familia de los grandes arquitectos; pero al mismo nivel y con la misma admiración escucha uno la plática o la explicación de un alumno que nos esta mostrando su trabajo o del alumno de intercambio académico y también formo parte de una red muy interesante con un grupo de directores de escuelas de Iberoamérica y es fantástico. Somos un grupo de amigos que constantemente estamos en comunicación, nos enviamos información y esto me permite tener un panorama muy actual de lo que esta pasando en el mundo de la arquitectura a nivel mundial y lo que debemos de hacer. Me ha permitido cumplir dos proyectos muy claros que yo tenia para esta facultad. El actualizarla, ponerla al día y universalizarla, tener una perspectiva internacional. Tanto que los alumnos salgan al extranjero, como que recibamos extranjeros para dar cursos, ponencias, participar en concursos, en fin.

FC: ¿Teniendo tanto contacto con la arquitectura internacional, cree que existen obras que son sobrevaluadas o algunas de gran calidad que son pasadas por alto?

FL: Sí. Yo creo que la historia de la arquitectura, así como de muchas artes, hay obras muy publicitadas que no lo son tan buenas y hay obras poco conocidas, de extraordinario valor. Yo creo que es algo universal, sucede en todo el mundo y en todas las artes.

 FC: Más las anónimas.

FL: Sí. Claro, algunas obras anónimas que no se reconocen por que no ha habido quien quiera entrar en la promoción de las mismas o los circuitos culturales no las valoran por que no pueden identificarse con alguna persona. Pero hay soluciones a lo largo de la historia, sobre todo en la arquitectura vernácula, en la arquitectura popular, extraordinarias obras de arquitectura anónima. 

Yo creo que una posición moderna, una posición actual frente a la gran expresión que es la arquitectura y la edificación, es valorar de la misma manera las arquitecturas independientemente de los tiempos. Yo me puedo emocionar enormemente con la obra de Álvaro Siza, con la Fundación Serralves o con alguna de sus ultimas obras pero en paralelo alguna obra de arquitectura primitiva o arquitectura vernácula. Reconocer su valor. Hay que romper esas barreras del tiempo y de los autores. Cuando se aprecia la arquitectura se le valora en su amplia dimensión. 

FC: Tomar lo que aporta el star system, pero tener los ojos bien abiertos. En lo particular, me emociona una fotografía de Juan Rulfo, de un muro de Adobe.

FL: Es bellísima. El problema del star system es precisamente que genera una enorme cortina, un velo que nos impide ver otras cosas y con ello no quiero decir que todo lo que haga el star system no sirva, no. Hay muchas obras que son indudablemente propositivas. No todo. Pero ello no debe de impedirnos ver todo un conjunto más amplio. Tener una universalidad de pensamiento y de apreciación arquitectónica.

 FC: ¿Y tiene alguna referencia que crea que ha llegado a la perfección o alguna de la cual le hubiera gustado haber sido el autor?

FL: ¡Ah, desde luego! Hay obras que desde que cuando uno se enfrenta a ellas dice: ah, que maravilla, como lo sintetizó... La capilla de las Capuchinas de Barragán cuando uno lo ve, que bien lo armó, como me hubiera encantado haber hecho una cosa como esta. Y hay este sentimiento encontrado, por un lado de admiración y por otro lado de coraje: Que genio era este tipo, ¡pero que desgraciado!, nos robo las ideas a muchas generaciones. Como una turbina que succionó una gran cantidad de ideas. Ese es un ejemplo. También Álvaro Siza. La elegancia quizá, la mesura, lo sigiloso. Me encantaría hacer las cosas como él las hace.

FC: Entre sus obras destaca el hecho de que ha realizado varios estudios y viviendas para artistas. ¿Cómo ha sido trabajar para y con estos artistas?  ¿Cómo se aplica la labor de artista del arquitecto?

FL: Bueno, yo creo que hay muchos trabajos artísticos que son en común. A lo largo de la historia y actualmente se dan cada vez mas con mayor fuerza. Los artistas se unen. Un cineasta le pide la música a un gran compositor, contrata una buena actriz y tiene un director de arte y tiene un extraordinario fotógrafo. El cine es quizá la muestra más evidente de la fusión de varias artes. Es muy común esta colaboración entre artistas. He tenido la suerte y la fortuna… Fundamentalmente el público, la gente para quienes yo trabajo son intelectuales o gente del medio cultural que cuentan con una sensibilidad y una formación universal y esto ayuda mucho. Ayuda en el sentido de que parte de los conceptos y valores que uno quiere transmitir son bien entendidos por ellos. Pero también en veces lo complica por que es gente muy crítica, reflexiva y en ocasiones hacen aportaciones positivas que enriquecen el proyecto y en otras ocasiones, no tanto (risas). Y entonces es difícil. Es más difícil trabajar con una gente que tiene más conocimientos, desde luego; pero es más enriquecedor. He aprendido mucho de estas relaciones y creo que cuando se llega a hacer arquitectura de cierta calidad, hay que reconocérselo también al cliente. El cliente que permite, que financia, que se involucra, que se compenetra en la construcción de una obra de esas características hay que reconocerle también una coautoria sin que se pierda el origen de las ideas y el planteamiento que el arquitecto hace.

FC: ¿Hay algún genero de arquitectura que no ha realizado que le gustaría llevar acabo?

FL: Sí. Me encantaría hacer mas arquitectura educativa. He hecho pequeñas cosas, hice una pequeña escuela al sur de la ciudad y unas aulas aquí en la universidad en el Instituto de Física, pero a pequeña escala todavía. Me gustaría hacer un gran conjunto escolar o desde luego el tema que todo mundo desea, un museo, una capilla, algo que tenga que ver con las expresiones más profundas de la sensibilidad humana. En un museo, en una relación con el arte o en un acto ritual, independientemente del credo, de la religión.

Estudio del artista

 FC: ¿Cuál es la historia del estudio para Vicente Rojo?

FL: A Vicente Rojo lo conozco por una serie de amigos. Su hija es amiga mía y además de su hija, por otros amigos de él. Me conocía a través de su hija pero había ya pedido referencia a contemporáneos de él.

Entonces me llamó en primera instancia no a hacer su estudio, sino a arreglar una bodega cerca de su casa donde guardaba sus obras. Pintaba originalmente en su casa y a una cuadra tenia una bodega, que era insuficiente. La ordene, la sistematice y le gustó. Yo siento que esa fue como una prueba. Apreció como fue hecho el trabajo y al finalizar me dijo: Pues tengo otro terreno, también aquí muy cerca, que desde hace mucho lo tengo abandonado, pero creo que ahora me llego la hora de hacerme un estudio, ayúdame a hacer algo. Pero el pensaba originalmente hacer algo mucho más sencillo, pensaba prácticamente en un galerón amplio. Y ya involucrándonos, un trabajo muy interesante, yo le fui proponiendo la idea espacial, la cual le gusto, y no solo eso, también la idea conceptual. Esto tiene que estar reforzado, no solo ser el espacio para una actividad, sino que debe tener algo más. Lo fuimos trabajando en conjunto, yo le hacia propuestas, el me hacia sus comentarios. Fue un trabajo muy interesante, muy bello. Iba con mucha frecuencia a la obra, se involucró, veía, opinaba. Creo que fue un trabajo muy satisfactorio.

FC: ¿Y cómo nació la idea del muro de la fachada, hacerlo reflejar la obra de Vicente Rojo?

FL: Esa idea me surgió cuando veía su trabajo, que es de mucha textura, profundidad y geométrico. Me parecía absurdo pintar, aplanar un cubo; iba a ser una fachada mas de Coyoacán, una barda alta, un muro ciego y quería ser yo un poco mas generoso con la ciudad. Ofrecerle al espectador urbano, por que esta obra esta frente a un parque, remata con una calle… Ofrecerles una experiencia estética. Yo tenía que hacer una fachada ciega por que era sur y el sur es la mejor forma de iluminar la fachada, no el interior del estudio de un pintor. Y empecé a trabajar con el tabique he hice una muestra: voy a girarlo a 45 grados. Lo levanté como a un metro y le llamé y le gustó mucho. Pero tenia mucho miedo, dijo: ¿No se vera pesadísimo todo?.Le dije: No. Se va a ver extraordinario, va a tener mucha fuerza. Yo no quiero que sea ornato, quiero que sea contundente, radical. Y así fue, así lo levantamos y le gustó mucho.

2013

Barreras

FC: En su obra y en su forma de expresarse habla de la apertura; en la docencia, la tarea de su clase en los viernes es visitar museos o edificios. Lo que hizo en Plaza Garibaldi con la estrategia de eliminar barreras, eliminar barreras en azoteas generando roof gardens, la intervención en la calle Madero. Su programa de radio. ¿Es la apertura el tema central de su quehacer?

FL: Sí, mira, lo tengo hasta en mi propio conducta. Si voy en la calle y hay una persona frente de mi y empieza a deambular y no te deja pasar, es una de las peores cosas que me puedes hacer. Tiene además un sentido mas allá de lo físico, que lo físico es que no te deja avanzar pero en lo simbólico es que no te deja avanzar en tu vida, en tu acción, en lo que quieres hacer. Eliminar barreras es todo un tema. Tu puedes armar proyectos en la vida para nada mas eliminar barreras. Estamos llenos de vialidades arquitectónicas. Las vialidades son barreras, las banquetas, el mobiliario, los postes, en veces los árboles. Hay una gran cantidad de barreras físicas y virtuales que nos impiden ver la belleza de la naturaleza. No solo de la naturaleza creada sino de la neonaturaleza que es la que hemos hecho en las ciudades. La naturaleza de Chihuahua, lo que era endémico ya no existe, ya está totalmente modelado por la mano humana y en ese caso como uno de los temas principales que tengo es eliminar barreras. Las físicas para llegar a un lugar, ya sea una rampa, una escalera. Digamos, facilitar la accesibilidad. Algo que me agrada mucho es la transparencia. El poder dar claridad hacia donde te diriges. Me opongo en ese sentido al laberinto. 

 FC: Con su programa de radio y ahora de televisión y la docencia, ¿busca usted romper barreras culturales para dar a conocer valores arquitectónicos?

FL: Tiene que ver con eso. El que yo dedique parte de mi tiempo profesional a la difusión de la arquitectura, la divulgación por diversos medios, a la docencia, a la transmisión del conocimiento, es precisamente para poder ayudar a eliminar barreras culturales. Al público o estudiantes de arquitectura o profesionales, que sean consientes sobre la gran cantidad de barreras con las que vivimos cotidianamente. Una barrera es el desconocimiento. Es un poco abrir los ojos, que es eliminar una barrera. A eso le dedico mucho tiempo. Me gusta compartir lo que sé, lo que pienso o lo que observo.

FC: Menciona en referencias arquitectónicas a Alvar Aalto pero también una pasarela de un aeropuerto, un avión, un muelle. Estas ideas aparecen en sus obras. Pero otras referencias son al mundo del arte. Podría contar algo de sus relaciones con artistas? Clientes o colaboradores como Vicente Rojo, Jorge Yazpik, Gabriel García Márquez, Susana Zabaleta. ¿Qué buscan ellos extraer de la arquitectura? ¿Qué extrae usted de ellos?

FL: Todo el dialogo que he tenido con ellos, y que tengo, es un dialogo de iguales. En ningún momento siento una inferioridad,  sin caer en una actitud petulante. Platico con Susana Zabaleta, es mi gran amiga, es una mujer muy sensible. Compartimos sensibilidades a nivel estéticas, generacionales. Compartimos una serie de gustos por el vivir, por el comfort. En ese momento uno no se debe sentir en desventaja sino en paralelo. Con Jorge Yazpik llevo una relación de amistad y profesional muy grande, somos muy amigos y compartimos muchas reflexiones y análisis sobre la vida; me pide mi opinión sobre sus piezas y el me da opinión sobre las mías. Aún con García Márquez, es un hombre de respeto, es un figurón de la literatura del siglo XX pero el sentido es establecer un dialogo en común. Él me decía algo y me seguiría algo y no es que no fuera a defender mis ideas, uno da sus argumentos y en un momento hasta con bromas yo le decía: no estoy enmendando ninguna plana de tu nueva novela mi estimado Gabo (risas). Es muy respetuoso, sumamente respetuoso.

Lo que yo he descubierto es que cuando las personas son creativas y conocen el proceso de creación, son sumamente respetuosos con los demás. Los más irrespetuosos son los que no conocen la estructura del proceso creativo. He tenido la suerte de trabajar con muchos artistas, pintores, escritores, Muchísimos. Y son muy respetuosos del proceso creativo. Pero los peores clientes que he tenido no conocen ese proceso, creen que uno puede producir y generar ideas de la noche a la mañana y que un dibujo no tiene un valor, una idea o una sugerencia espacial.

FC: ¿Cuando fue parte de la Autoridad del Espacio Público del gobierno del Distrito Federal, trabajaba con lo político. ¿El resultado de los trabajos, el éxito que han tenido, es algo que visualizaban o superó las expectativas?

FL: Creo que en todos los casos superaron las expectativas. En el trabajo de lo público creo que he tenido la fortuna de trabajar con dos personas para mí muy importantes, han sido enormemente sensibles ante la arquitectura, es gente educada, culta, visionaria y con capacidad de enfrentar riesgos. Ha sido en la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. Muchas de las obras que hicimos con la UNAM eran de reto, de riesgo y él con una cultura estética y con una visión mucho más universal, aceptó que hiciéramos obras que bajo otra circunstancia no se hubieran hecho. La otra persona es Marcelo Ebrard, desde mi punto de vista un gran político, un estadista, un hombre muy completo que sabe de las implicaciones de transformar el espacio público con calidad y en la escala de lo que lo hicimos. Son casos particulares que se dan. He tenido la suerte de trabajar con dos figurones que son muy perceptivos, visionarios y que confiaron en mi. Tuvieron un enorme respeto, confiaron en mí y aceptaron muchas de las sugerencias que yo les hice y eso no se da seguido. Hay que recordar lo que decía Mies: una buena obra no se da solo con un creador de calidad o una propuesta interesante sino también por un buen cliente.

FC: Mencionaba ponerse en proyectos a la par con artistas. En estos proyectos públicos ¿cómo fue ponerse a la par con los usuarios? Ha mencionado que veía a una señora mayor que leía su periódico en la Alameda a las ocho de la mañana en la renovación de la obra. Pero usted estaba ahí a las ocho de la mañana trabajando, investigando.

FL: La interacción con los actores sociales fue muy interesante porque lo que uno descubre no es insensibilidad: hay una gran capacidad o potencial de desarrollar la sensibilidad en amplios sectores de la población, lo que pasa y es algo que tengo comprobado es que no se les ha dado la posibilidad de desarrollarla. Eso lo dan muchas veces las universidades, los centros de estudios. Yo me enfrenté o conocí, discutí o convencí a muchísimos actores sociales que no tenían esas referencias. No era porque no fueran sensibles, es que nunca se lo habían cuestionado y al dar uno argumentos, por eso repito mucho la idea de que hay que dar argumentos, hallar argumentos y tener la paciencia para convencer. Se quedaban sorprendidos: ¡ah! Ya entendí… Se emocionaban cuando entendían el por qué de las cosas. Es muy bello.

FC: Otra vez el tema de las barreras…

FL: Son barreras culturales. Estamos llenos de barreras. Somos una sociedad, una ciudad llena de barreras, atavismos. Acostumbrados a los usos y costumbres. Eso está ahí porque está ahí. No porque aparente ser histórico o sea tradicional tiene valor. No. Hay que saber discernir y separar. Eso lo da el conocimiento y la experiencia y pienso que eso es lo que hay que compartir.

La sociedad Italiana tiene esa estética. Uno puede reconocer en la ciudad Italia muchas cosas pero tienen un criterio, lo que se llama el gusto, la educación. Hay una estética. En todo. En cómo te sirven un café, no se diga en todos los objetos de la vida diaria, una vajilla, un mantel, cómo ponen una mesa, cómo te sirven el aceite de olivo, o el pan, un queso, pero hasta la estética de un auto, el cinquecento (Fiat 500) ¡el Ferrari, la moda, los tacones, los relojes! Esa generalidad, si te dicen: es moda italiana, es diseño automotriz italiano, motos…¿Por qué? Es un país que se ha educado. Ha podido romper muchas barreras culturales.

Parto de que las profesiones no son únicamente para que si estudias arquitectura o arte, lo ejercites. Siendo arquitecto puedes tener otro tipo de ejercicio que no es el tradicional, tu puedes ser un extraordinario editor de una revista, director de un museo, director de arte de una película, guía de turistas, galerísta, un promotor de arte. Puedes tener un buen restaurante ¿Cuántos arquitectos no tienen un buen restaurante? Con una estética extraordinaria, con un buen chef. O un buen hotel. El campo de la arquitectura es tan amplio que podríamos ayudar a sensibilizar más a la sociedad. 

Maestros.

FC: Sé que conoció a Luis Barragán, dialogó con él. ¿Puede contar su experiencia? ¿Otros casos similares?

FL: Con Barragán lo que sucedió, es que me encontraba en su biblioteca, estaba haciendo mi tesis de maestría sobre Barragán. Lo visité en varias ocasiones, siempre fue de una gentileza sorprendente. En una de esas ocasiones le pregunté: oiga Don Luis, la escalera y ese tapanco, ¿a qué responde? ¿Por qué lo concibió así? Todo mundo esperaríamos una respuesta mucho más compleja y elaborada y no, fue con una enorme sencillez, porque él así era: “No, hombre, ese tapanquito que ves encima de la escalera es una reminiscencia de un taller de bicicletas que había en Guadalajara. Era un tapanco donde llegaban y aventaban allá arriba la bicicleta en lo que la reparaban, y siempre se me quedó grabado. Cuando hice esta casa quise reproducir esa imagen que se me quedó como fotografiada. Quedó tan grabada en mí, en mi mente, que la quise reproducir en esta casa. Es una anécdota que tengo grabada de Barragán donde me narraba el por qué de eso, así como de muchas otras cosas. Decía: “Ahora me sorprende la complejidad y cantidad de términos y palabras con la cual explican mi obra. Ahora me estoy leyendo y me estoy creyendo lo que dicen de mi obra. Yo las hice por pasión, por amor, porque así me gustaba que fueran. Si el muro me gustaba mas alto, era por eso.

Pero bueno, a nivel de experiencias de obra, pues muchísimas y directas, con personajes, pero yo creo que hay unas con tres figuras claves. Una es con Teodoro González de León. Nos tocó construir el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y entre los dos escogimos el terreno. En un principio una dependencia de la UNAM iba a construir el museo y lo iba a mandar a un estacionamiento. Entonces dijo que estaba muy preocupado, le dije: vamos al lugar. Fue un viernes. Nos vemos a las 12 y vamos a recorrerlo. Teodoro es muy puntual y a las 12 en punto llegó. Vamos a caminar y dijimos los dos: tiene que ser aquí. Fue a partir de eso que dijo: adelante. Al estar construyendo le dije: estamos cometiendo un error. No estamos realizando un estacionamiento abajo. Si vamos a hacer una plaza hay que hacer de una vez abajo el estacionamiento y dijo: Sale, va. Fue muy grato ese trabajo con él, es un figurón pero es muy flexible, confiaba en mí y lo que le sugería decía que sí. Recuerdo muy bien la elección de ese lugar y la propuesta del estacionamiento.

Otra experiencia fue con Pedro Ramírez Vázquez. Me tocó también restaurar toda la torre de Relaciones Exteriores cuando se la donaron a la UNAM. Extraordinario edificio. Llegué y en un patio había una cafetería espantosa que le habían hecho con el tiempo. Le hablé: oiga Don Pedro, voy a intervenir ese edificio pero antes, por respeto a usted, hay una cafetería ahí y quiero que me cuente quién la hizo. Habló pestes del secretario que había hecho esa cafetería. Me dijo: si la tiras ¡te lo voy a agradecer mucho! ¿Cuándo nos vemos ahí?... La tiré, lo restauré todo. Me lo agradeció enormemente.

Otra fue con Ricardo Legorreta. No se si siempre había sido así pero en los últimos años de su vida, tenía proyectos y cada vez que tenía un proyecto importante me hablaba. Quiero que veas este proyecto. Me iba a ver con una humildad. No iba yo a su despacho. Me explicaba su proyecto. Le decía: oye Ricardo, ¿y si le mueves, si le quitas? Aceptaba y movía muchas cosas. Y una vez llevó la Torre Bancomer que está construyendo en Reforma con Richard Rogers. Me dice: el delegado de la Cuauhtémoc no ha visto el proyecto. Le dije: te voy a llevar. Imagínate a Ricardo Legorreta hablándole de Rogers, de la arquitectura mundial, presentándole el proyecto al representante de los ambulantes, quien no entendía nada. Le hicieron una presentación maravillosa del edificio, de cómo iba a funcionar estructuralmente, toda una reflexión. Acaba Legorreta y el delegado le pregunta: todo muy bien pero abajo hay un pasillito con unos doce puestos de flores. ¿Qué van hacer con eso?

Miramos hacia abajo, esperamos que se fuera y dice: No, no hay remedio, que horror, lo único que le importaron fueron doce puestos de flores, en vez de entender la inversión que es para la ciudad, la sede más importante de BBVA en América Latina con un impacto de la economía enorme. Me sorprende la humildad que podía tener en ese sentido Ricardo Legorreta. ¿Te puedo ver? Ahí te llevo la maqueta. Y llegaba con su maqueta. Era muy sencillo.

"...hay una gran capacidad o potencial de desarrollar la sensibilidad en amplios sectores de la población, lo que pasa y es algo que tengo comprobado es que no se les ha dado la posibilidad de desarrollarla."

Ciudad de México, 2002.

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Chihuahua, 2013.